lunes, 8 de enero de 2018

DESDE DE MADRID

ESCRITOS DURANTE EL CAMINO


DESDE MADRID

Fuengirola, lunes 8 de enero de 2018

Cuando salimos hacia Madrid, el pasado 5 de enero, para llevar a mi mujer al aeropuerto Adolfo Suárez (Barajas) con el fin de que volara a Cuba para estar con su madre, que se encuentra bastante mal de salud, no imaginábamos que la meteorología afectaría el desplazamiento de manera rocambolesca.
En Madrid hace un frío polar, tal vez por el clima seco produce esa sensación, y cuando llegamos ya estamos tiritando.
El viaje ha sido placentero, el coche se ha portado bastante bien pese a sus 24 años de existencia -por algo es un coche auténticamente alemán- y hemos llegado sin novedad alguna. Enseguida nos dirigimos al aeropuerto de Barajas, principalmente porque queremos asegurarnos de todo y en todo.
La terminal T4, que desconozco por completo, es enorme y de diseño futurista. Está distribuida en dos plantas, la de abajo es la correspondiente a las llegadas de los vuelos y la que está a nivel de la calle es la de salidas.

Terminal T-4, aeropuerto Adolfo Suárez (Barajas)
Pero buscar información en tan enorme terminal es una pasada mala, sobre todo si aún tengo la pierna derecha como la tengo, y preguntar no sirve para nada: todos son pasajeros como nosotros y también buscan información.
Al cabo de media hora vagando por el enorme espacio de la terminal, dimos por fin con un mostrador de Servicios Asistenciales Gratuitos de Aena, donde atienden a personas con necesidades físicas y nos informaron de lo que queríamos saber… cerca de allí otro mostrador tenía el rótulo de “Información Ayuntamiento de Madrid” a donde nos dirigimos para que nos informaran de hoteles donde pasar la noche.
Eloy, Raquel y 'Santa' esperando en el aeropuerto
El único problema es que llevamos a ‘Santa’ y la mayoría de hoteles madrileños no admiten animales. A pesar de ello, el chico que nos atiende no ceja de llamar a hoteles (creo que lleva seis llamadas negativas) y por fin nos indica que hay uno que sí admite a ‘Santa’ pero que nos cobrará 10 euros de más por admitirla.
Aceptamos sin inconveniente ninguno y entonces nos comunica que vendrán a buscarnos con un minibús… ¿Dónde dejo el coche?, el aparcamiento de la termina T4 es de solo bajada de viajeros y no se puede dejar aparcado más tiempo del necesario, se lo llevaría la grúa. Me indican que siga al minibús y en el pueblo de Barajas, donde está el hotel, será fácil aparcarlo.
Dicho y hecho sigo al minibús, de un tal Hostal Viky, por unas callejuelas totalmente desconocidas para mí, mi mujer Raquel, mi hijo menor Eloy y la perrita se muestran curiosos por las maniobras que hago siguiendo al minibús. Rotondas por doquier, calles estrechas con coches aparcados en dos filas… en fin, que llegamos al hostal en cinco minutos exactos.
Fachada del Hostal Viky
La que nos atienden en el mencionado hostal es la propia conductora del minibús y propietaria del mismo que es de dos estrellas, me hace pagar el importe acordado y me indica la habitación, es la 207, o sea que no habiendo ascensor he de subir dos pisos con mi pierna dolorida (he de aclarar que cuánto más frío haga más dolor sufro, teniendo el pie derecho totalmente insensible). La habitación es confortable, con tres camas y cuarto de baño aparte y con calefacción incluida.
La noche la pasamos estupendamente dormidos como troncos y no es para menos ya que tras recorrer 565 km, con una sola parada para comer, cansa a cualquiera. El viaje duró cinco horas y cincuenta minutos, con un poco de lluvia por la provincia de Ciudad Real sin más.
Chocolatería en la plaza Hermanos Falco del pueblo de Barajas
La mañana del sábado 6 de enero se presenta bastante desapacible, no ha parado de llover en toda la noche y aún sigue lloviendo. Nos vamos a desayunar en una chocolatería ubicada en la plaza que lleva el nombre de Hermanos Falco y Álvarez de Toledo, del pueblo de Barajas, que está rodeado por el aeropuerto que ahora lleva el nombre de Adolfo Suárez.

Habíamos quedado que a las 10:15 volveríamos a seguir al minibús de regreso a la terminal T4, pero la conductora nos convenció que fuéramos en el vehículo, dejando nuestro coche aparcado en el mismo sitio y que a la vuelta nos traería sobre las 12:15, menos Raquel que se iba a Cuba en el vuelo de las 14:45.
Raquel y Eloy absortos con sus móviles
Dicho y echo deambulamos por la terminal hasta las 12:00 que por fin apareció la asistenta social que ayudaría a Raquel hasta que embarcara en su vuelo directo a La Habana. Nos despedimos y regresamos con el minibús hasta mi coche y enseguida emprendimos el regreso a casa.
Salir del pueblo de Barajas resultó bastante complicado a pesar de llevar el GPS y tras varias vueltas, a veces al mismo rincón, logramos encontrar la M-50 y luego, por la M-30, salimos a la M-40 y de ahí a la autovía A-4, ya directamente a casa.


Sin detenernos más que para llenar el depósito de gasolina del coche, llegamos a nuestra casa tras cinco horas y treinta y dos minutos rodando sin contratiempo salvo que a la altura de Valdepeñas comenzó a nevar copiosamente y no terminó hasta que pasamos el paso de Despeñaperros, ya cerca de Bailén, y por suerte no impidió que sigamos con buena velocidad nuestro viaje.
Cuando alcanzamos Granada, el tiempo mejoró bastante y ya en la carretera de Málaga recibimos los rayos del Sol por lo que llegamos a nuestra casa con el cielo parcialmente cubierto, más sobre el mar de Alborán que sobre la ciudad.
Nada más entrar en la casa, ‘Santa’ quedó sentada en el pasillo… esperaba a Raquel pensando que estaría en la compra, supongo, y así se quedó toda la noche hasta que una nueva tormenta se desató sobre nosotros y comenzó a llover torrencialmente… esto asustó sobremanera a la perrita que corrió a refugiarse en su rincón favorito: debajo de la cama.
En fin, la vida sigue y yo también, llegando a un momento en que noto una clara ausencia en mi hogar y nos tocará esperar un mes…

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