Por Quim Sarriá
Tras un merecido disfrute de la vida, durante la llamada
Semana Santa, recorriendo media España durante diez días y aprovechando que no
tengo ningún compromiso serio, me pongo a escribir sin más referencia que mis
recuerdos.
He comenzado por Lorca (Murcia), una ciudad conocida por su
Castillo, su arquitectura barroca y sus procesiones de Semana Santa, declaradas
Fiesta de Interés Turístico Internacional.
La Colegiata de San Patricio (Lorca) |
Lamentablemente estuve el fin de semana y por lo tanto no
presencié ninguna procesión, aunque sí paseé por la avenida más importante
donde se desarrollan las procesiones y demás espectáculos, tuvimos, mi hijo
pequeño y yo, la enorme alegría de pasar dos días con mi hermano y su familia.
La ciudad, capital del otro tiempo llamado ‘el más grande
municipio de España’, sigue mostrando las secuelas del terrible terremoto, por
partida triple, de aquel tristemente inolvidable 11 de mayo de 2011.
Muchas de las rehabilitaciones de edificaciones, reformas,
etc. siguen paralizadas por falta de las prometidas subvenciones del Estado. No
sabemos que si hubiera seguido el PSOE gobernando ya estarían totalmente
reparadas, pero con Mariano ‘Manostijeras’ ya sabemos. El aladid de la
destrucción del Estado del Bienestar sigue ahí.
Hemos pasados largas horas, mi hermano (el más pequeño de
los cuatro pero el de mayor corpulencia), mi sobrino y yo, rememorando tiempos
lejanos y recientes, deshaciendo leyendas urbanas y familiares, etc. en un ambiente
agradable y donde la tensión brilla por su ausencia.
La siguiente etapa trascurrió en Málaga, ciudad que suele
ser un punto de referencia cada vez que viajamos por el Sur y donde suelo
quedarme largas temporadas.
La capital de la Costa del Sol está algo cambiada, para mal,
con la construcción del Metro paralizada por falta de fondos o por yo qué sé.
La zona donde se ubica el hotel, en el que suelo parar, está
bastante deprimida y su actividad laboral y social bastante alicaída. No es
pretexto que sea un lunes de Semana Santa porque en anteriores ocasiones, en que
la visité esas mismas fechas, era un hervidero de actividades.
La zona, conocida como barrio de Huelin, fue el primer
barrio diseñado para obreros de la ciudad y donde se alzaron las primeras
chimeneas industriales de Málaga (siglo XIX) y se desarrollaron actividades harineras,
ferroviarias, metalúrgicas, tabaqueras y textiles.
La calle Villarroel (Huelin, Málaga), aún con viviendas e la época |
Su nombre proviene del
industrial Eduardo Huelin Reissig, que levantó las primeras viviendas junto a
la ferrería “La Constancia” y la textil “Industria Malagueña, S.A.”
El hotel, a tres pasos de la playa malagueña donde sirven
los mejores espetos, es cómodo y casi familiar, regido por dos hermanos amigos
míos.
Tampoco pude presenciar procesión alguna en la ciudad
malacitana: el primer día, el Señor del Clima impidió al Señor de los
Cristianos mostrar, arte plástico, su historia.
El segundo día resultó
imposible aparcar el coche en los aledaños del ‘campo de batalla’ procesional.
Parecía que la ciudad entera se había congregado ahí.
Seguimos por el Sur hasta que las aguas del Estrecho nos
cortan el paso.
Con fuerte viento de Poniente lo cruzamos y observamos ese
peñón que se ve como una pirámide truncada cubierta de macacos -transferido a la
Gran Bretaña en 1713 por culpa de unos aristócratas idiotas con esa manía de la
sucesión al trono español entre Felipe V, el archiduque Carlos y el gran Delfín
(Luis de Francia)-, desde Algeciras, pero que parece dos tetas enhiestas, con
perdón, desde cerca de Ceuta, por mar.
El Peñón visto desde la bahía de Algeciras |
Si antaño
esa roca tenía cierta importancia, controlaba el paso por el Estrecho, hoy en
día no la tiene tanta, con la tecnología actual, y cualquier ejército de
cualquier país puede defender el Estrecho con solo apretando un botón, que
lanza una sarta de misiles, desde cualquier oficina ubicada en cualquier
capital.
No hace falta hoy en día, que un vigía, provisto de anteojos, se una a
los macacos que pululan por allá.
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