lunes, 6 de mayo de 2013

ALGUNOS INMIGRANTES



Regreso de una fiesta familiar a casa, con el coche y por autopista de pago, conduciendo totalmente relajado y escuchando “Emborráchate” de Tino Casal.

Pasado el peaje me encuentro con un grupo de miembros de las fuerzas de seguridad, situados estratégicamente alrededor de un coche, que me señalan que aminore la velocidad para, cuando al llegar a su altura, mandarme a que prosiga mi marcha.
Por lo que pude entrever habían detenido a un inmigrante subsahariano, de éste adjetivo escribiré más adelante, por no sé qué causa. Por el retrovisor vi que lo introducían en el vehículo policial.
Ya en casa, recibo la noticia de que otro inmigrante ha sido detenido por la policía local madrileña, en un control habitual, porque no quiso detenerse.
La diferencia entre ambos incidentes está, ese es el quid de la cuestión, en que el primer detenido es un inmigrante del montón y el segundo lo es de la élite.
Los inmigrantes de élite, cuando pisan nuestro suelo, suelen ser unos tipos y tipas prepotentes que se creen dioses del Olimpo de cualquier categoría social. No todos, desde luego, pero sí muchos de ellos.
Destaca de ese ficticio Olimpo unos portugueses que, aunque Portugal sea como una Comunidad Autónoma de Europa siguen siendo inmigrantes, se pasean por nuestros campos y calles como si fueran el rey Juan I de Portugal.
Estoy escribiendo, como Vds. Habrán adivinado de Mourihno y Cristiano Ronaldo.
El primero, con esa puesta en escena de tío angelical, anda arrollando a los españoles con su grandilocuencia, desde la perspectiva de un entrenador de fútbol, enrabiado contra el Barça por su pasado de simple intérprete. Como inmigrante del montón, vamos.
El segundo, chulo, prepotente y creyéndose mejor que Adonis, se cabrea con unos agentes, que cumplen simple y sencillamente con su deber, al ser detenido en uno de esos controles, que se ven con frecuencia los viernes y sábados, en confluencias de intenso tránsito de vehículos.
Conducir vehículos, sobre todo si son de gama alta y potentes, sin papeles está penado por la Ley de Enjuiciamiento Civil, administrativo, con la correspondiente multa y la orden de presentarse en Comisaría con la documentación, en determinado plazo de días.
A este concepto sancionador están sometidos todos los ciudadanos que residan en el país, sin discriminación alguna, y ese inmigrante de élite se cabrea por ello. Chulear a unos honrados agentes con el tópico barriobajero “¿Sabe quién soy?” debería ser de condena superior.
Escribamos ahora sobre el adjetivo ‘subsahariano’, que realmente se refiere a la gente de la parte de África situada al sur del Sahara.
Comúnmente se utiliza este adjetivo para clasificar a un determinado tipo de inmigrantes por el color de su piel, sin tener en cuenta que existen inmigrantes de otros continentes que también son de mismo color.
En el baturrillo de las colas ante las oficinas de empleo, oficinas del paro, hay una permanente exposición de pieles de distintos colores que van desde el negro, tipo café exprés, hasta el fucsia claro de los de allende los Urales y el blanco esperpento de los norteños europeos.
En las estadísticas, encuestas a pie de calle, suelen sumar subsaharianos a troche y moche aunque el susodicho -empleo palabra que usaban los franquistas, sí ¿qué pasa?- sea sospechoso de aumentar la cifras del paro, sea un cubano o un jamaicano.
A este paso, acabaré por convencerme de que los negros norteamericanos, de las bases ocupadas por su ejército, son también subsaharianos ¿no?
También hay indios, perdón quería escribir hindúes, pakistaníes, árabes, etc. con la piel negra, con lo que se redondea el tópico de que todos los asiáticos tienen la piel amarilla y los ojos rasgados en diferentes ángulos. 
Pues nada, a seguir viviendo.

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