Buenos días, gente.
Normalmente suelo acudir a una tertulia dos veces a la
semana. En esa tertulia solemos debatir sobre la política, la pobreza y la
corrupción latente y patente, dejando el deporte en segundo plano.
Pero un alto en el camino, el pasado miércoles, hizo que
conociera personalmente a un ceutí, de los que llamo “exiliados” como yo, un
ceutí que lleva viviendo fuera de nuestra tierra bastantes años y que por su
afán de seguir conociendo peculiaridades de nuestra ciudad autónoma (la verdad
es que este apelativo no cuadra en absoluto porque de autónoma solo tiene la
venta de tabaco y whisky) se ha volcado sobre un tema específico: los patios de
Ceuta.
Como muchos de ustedes, queridos e hipotéticos lectores,
deben haber adivinado que estoy hablando de José Javier Rivera Ballesteros, ex
alumno de San Agustín y que vivía en el edificio más emblemático de la ciudad:
el edificio Trujillo.
Lo conocía de manera virtual, porque me interesaban sus
definiciones de los patios ceutíes. Hace meses que nos habíamos puesto en
contacto a través de mensajes y hasta este miércoles pasado, por fin, pude
conocerlo en persona.
Me hizo el honor de desplazarse desde su ciudad de
residencia a la mía, nos encontramos en uno de los mesones que mejor define la
cocina popular de Fuengirola, el de mi amigo Salvador y sentados ante sendos
Riojas, platicamos de varios temas entre los que no podía faltar el relacionado
con los patios. Poco después, seguimos platicando en un restaurante de solera
de la ciudad del sol.
Persona agradable, tranquila y de sobresaliente educación
que inspira confianza desde el primer momento y que dispone de un buen bagaje
cultural, hizo que pasara un buen rato.
Hablamos de lo bueno y de lo malo, nos abrimos mutuamente y
consideramos una prolongada amistad.
Naturalmente que su interés, el de los patios, tenía
prioridad y con ello le conté una pequeña relación de patios que conocí en mi
infancia y juventud como primera parte de nuestra larga conversación.
Obviamente no voy a narrar cosa alguna de esos patios, eso
corresponde a quién se está esforzando en ello, José Javier Rivera Ballesteros,
ni tampoco configurar este artículo como una entrevista por cuanto no era este
el punto de nuestro encuentro.
Volviendo al tema, es bueno que haya alguien que se dedique
a recopilar historias de los patios ceutíes porque tiene una muy buena miga,
por razones arquitectónicas y humanas…, ahora que lo pienso, estoy arrepentido
de no haberle adquirido un cuaderno o libro que me mostró sobre los mencionados
patios. Espero que me guarde uno para nuestro próximo encuentro.
Tras despedirnos en la estación, tomo el rumbo de regreso a
mi casa para después acudir a la tertulia habitual de los miércoles.
Se habla del inminente fallecimiento de “La Maja”, ésta no
de Goya, y del también pero prolongado inminente ingreso en prisión de la
tonadillera. No estoy por la labor, ya que estas cosas de la prensa rosa me
entran por un agujero y me sale por el otro con la velocidad del rayo.
Pero justo cuando escribo este artículo ya está una en el
cielo de los devotos y la otra en el infierno de los corruptos. Vivir a tope
para morir tarde, vivir cantando para tropezar pronto.
Eso de ir a prisión parece que se está poniendo de moda.
Nunca he visto tal despliegue de los medios de comunicación, los hay que se
pasan las veinticuatro horas esperando, y las horas televisivas dedicadas al
tema.
Que todos somos iguales es un tópico o una utopía. Si a unos
condenados les arreglan sus celdas hasta transformarlas mejor que una suite
hotelera de cinco estrellas, con la fachada exterior adecuadamente pintada por
las demás presas… solo haría falta que colocaran una alfombra roja y la
esperaran, en el caso de la tonadillera, en la puerta de la cárcel con un
inmenso ramo de flores. Al resto de condenados, con una patada en el culo que
lo arrojaran en el interior de la celda… van apañados.
En fin, la vida sigue y yo también sin más comentarios
porque, por hoy, ya lo he escrito todo.
Bonito relato concerniente a nuestro primer encuentro, que será sin duda más prolijo con el transcurso del tiempo. Es muy positivo conocer personas con la relevancia que posees y que por circunstancias del destino te ha tocado vivir, lo que nos hace ser más conscientes y saborear la vida como se nos presenta. Creo que la empatía ha sido mutua y gratificante el haberte conocido. En cuanto al cuaderno que te mostré, no está definitivamente concluido es por ello que no te hiciera entrega del mismo, no obstante ten presente que dispondrás de uno a su debido momento. Ha sido un verdadero placer haberte conocido, Quim.
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