viernes, 27 de enero de 2017

VIAJE IMPREVISTO

ESCRITOS DURANTE EL CAMINO

Buen día, gente.

Ya saben ustedes, queridos e hipotéticos lectores, que suelo ser muy amante de los viajes, siempre disfruto viajando y ahora más aún que me voy acercando a una edad en la que pronto se pondrán límites a los mismos. Pronto tendré que hacerlo con el IMSERSO.

El catamarán de la Trasmediterránea "Millenium 2" entrando en el atraque.
El pasado miércoles he cogido la moto, el buen tiempo me daba oportunidad, y me he largado a Algeciras para coger el ‘Millenium Dos’ rumbo a Ceuta.

El catamarán de la Trasmediterránea, bastante viejo ya, sigue cruzando el Estrecho de Gibraltar, en una hora exactamente, como si hubiera sido botado el día anterior.

He preferido sacrificar la comodidad del coche por la moto como si fuera una silla de ruedas, porque mi pierna no aguanta andar más de 50 metros.

Me he alojado en el hotel Tryp, de la Gran Vía mientras la moto descansa en el garaje. Ya tiene sus buenos nueve años pero sigue prestando servicio de manera fenomenal (con decir que el viaje ida y vuelta a Algeciras me ha costado menos de 10 euros, creo haberlo dicho todo) y luego me ha servido para recorrer mi ciudad natal sin forzar mi maltrecha pierna.

El Hotel Tryp, en la Gran Vía
Este hotel me trajo ingratos recuerdos después de haber cenado y encima me los dio en ese momento. Para empezar, la lámpara de la habitación se fundió a las primeras de cambio, luego la “alcachofa” de la ducha se desprendió… para acabar con una cena estrepitosa que me hizo devolver la comida.

La casa de los dragones, cuando vivía en mi ciudad
 no existían los dragones
Lo único bueno del mismo era ver al hijo de un viejo amigo, que trabaja en el restaurante del hotel, y que era el propietario de un magnífico bar-restaurante ubicado frente al piso que tenía en Ceuta, en la calle Marina, en donde vivimos durante cerca de dos años (2007-08), pero que tuvimos que dejar porque mi mujer no soportaba los repetidos y frecuentes viajes a la península los fines de semana, todo porque un día el buque de Balearia cruzó el Estrecho en pleno temporal. Las subidas y bajadas y el tremendo bamboleo al compás de las olas, finalizó con la decisión de ella de no volver a embarcar, ni a Ceuta.

Ceuta está totalmente cambiada, principalmente en el centro donde los del PP se han volcado en el aspecto urbanístico de sus calles, creo para joder a los conductores, cambiando el sentido en algunas y cerrando otras al paso de los vehículos.

El extrarradio de la ciudad sigue descuidado y cada vez más lleno de moros, familias enteras de musulmanes que copan casi todas las edificaciones, menos en el centro. En ese momento, una brigada estaba desmontando la parafernalia de las pasadas fiestas navideñas y que por su diseño representaban una enorme y alargada catedral. Distraído pregunté a uno de los trabajadores si estaba preparando la visita del Papa, me responde que es lo contrario, la están desmontando para que no venga el Papa.


Monolito al 'Convoy de la Victoria', donde se aprecia el
lugar donde estaban las huellas de Franco, hoy borradas.
Subo al monte Hacho, en el lugar donde se encuentra la Ermita de San Antonio y descubro que los símbolos franquistas han desaparecido, desde el mástil del "Cañonero Dato" hasta el monolito en recuerdo del 'Convoy de la Victoria' franquista. Las huellas de las botas del dictador, que se encontraban marcadas al pie de este monolito han sido rellenadas con cemento y ya no están.

Aunque aún existen muchas calles en la ciudad con nombres fascistas, veo que poco a poco van desapareciendo gracias a la Memoria Histórica, aunque es una ciudad que aún maniene una costumbre que perdura desde los tiempos del franquismo.

No me extraña que el reino alauita haya desembolsado más de un millón de euros para el cuidado y mantenimiento de las mezquitas que pululan por la ciudad, cada vez más, con la meta final de quedársela definitivamente para su país, Marruecos.

Al día siguiente, jueves, mantengo una reunión con el director–gerente de «El Pueblo de Ceuta», Ángel Muñoz, para resolver o finiquitar ciertas cuestiones. Me ha respondido que a mediados de febrero me dará una respuesta definitiva, le he asegurado que hasta entonces no volveré a enviarle artículos de opinión. Me sobra y basta con mi blog.


Reduán, fotógrafo de El Pueblo de Ceuta y buen amigo

Por pura casualidad me he encontrado con un antiguo vecino de la que fue mi casa, Juan Carlos Bringas, que es como un hermano para mí, aunque haya sido más amigo de mi hermano Paco (qepd) por afinidad de edad.

Hemos hablado de los motivos por los que me encuentro en la ciudad y me ha asegurado que intermediará en caso de que no se cumpla lo que esperaba del periódico. Es socialista de toda la vida y se mostró bastante mosqueado por mis opiniones atacando al partido, pero ahí quedó la cosa.

El té moruno que nunca dejo de tomar cuando voy a mi ciudad natal.
La ciudad está muy triste y llena de ancianos y moros que pasan el tiempo sentados en las plazas, en las terrazas de los bares, cosa que les hace envejecer más rápidamente, algunos conocidos míos y antiguos compañeros de clase y de correrías, de mi misma edad más o menos, parecen diez años mayores de lo que son.

He subido al Palacio de la Asamblea, con intención de saludar a Juan Jesús Vivas Lara (PP), presidente de la Ciudad Autónoma, pero estaba reunido. Al bajar a la calle me encuentro con el cronista oficial de la ciudad, José Luis Gómez Barceló, y nos abrazamos con efusión, charlamos un cortito tiempo y seguimos con nuestras cosas cada uno por su lado.

La piscina del C. N. Caballa, de la fui socio en mi juventud, enmarcada en
el conjunto de las Murallas Reales y al lado del foso.
Me saludan muchos conocidos, algunos con la sorpresa pintada en su cara al verme en la ciudad, otros me preguntan que donde vivo ahora. También he visitado a familiares, de los pocos que quedan ya en la ciudad, que se alegraron mucho al verme de nuevo.

Algunos conocidos y amigos me invitan a cerveza y me paso horas yendo de bar en bar y comiendo exquisitas tapas que siempre adjuntan a las bebidas, creo que habré engordado cuatro kilos a juzgar de cómo se me hinchaba la barriga, menos mal que solo fueron dos días porque si me quedaba más tiempo no sé como quedaría.

Una de mis tapas preferidas, las hay en gran cantidad y todas buenísimas,
es la formada por lomo escarchado con cebolla dulce.
Tengo pensado regresar a mi casa esa misma noche del jueves, con la última salida del catamarán, las 22:30, pero antes me he puesto en contacto con mi sobrina Nuria y quedamos en vernos en una de las plazas más importantes de la ciudad, de añorados recuerdos, la Plaza de los Reyes, y nos hemos encontrado en la terraza de uno de los bares existentes en la zona. Está guapísima y muy estilizada por lo que aparenta muchísima menos edad de la que realmente tiene.

Charlamos largo y tendido como si fuéramos confidentes de toda la vida y eso que no la veía desde hace por lo menos treinta y pico de años.
El foso de San Felipe y las Murallas Reales


Para mi mala suerte, el tiempo ha empeorado de manera alarmante y mi sobrina me ha convencido que me quede esa noche en casa de una vecina suya, de nombre Encarni y magnífica persona, que alquila habitaciones. He mirado el cielo y al mismo tiempo cinco gotas de lluvia me golpean la cara… decido quedarme esa noche confiando que al día siguiente cogería el barco en mejores condiciones climáticas.

El Edificio Trujillo, el más emblemático de la ciudad, justo al lado, en la Marina,
tuve mi casa cuando decidí volver a mi ciudad natal despues de jubilarme.
He cenado invitado por mi sobrina, en cuya casa he conocido a su marido cuyo rostro no me es desconocido, supongo que es el recuerdo de su padre con el que creo jugué al fútbol allá en mi juventud. Tiene dos hijos, la chica preciosa, Lucía, un poco mayor que mi hijo Eloy y el chico muy guapo, Carlos como el padre, y con el que he hecho buenas migas. Antes hemos visitado a Teresa Verdugo, la madre y a la que conozco desde que era un adolescente, viuda de mi tocayo y primo-hermano Joaquín Sarria Pérez (qepd) del que tengo muy gratos recuerdos y con cuyo hermano Pepe (de los nueve hermanos solo quedan cuatro: Paquita, Pepe, Bernabé y Manolo) y que sigue viviendo donde siempre, he hablado con él un rato. En la casa materna estaba la hermana mayor de Nuria, también Teresa como la madre, actualmente vive en Estepona, y su marido.

Pasamos un rato muy agradable recordando pasajes de nuestras vidas. Antes de despedirnos, la familia me ayudo para que no me mojara con la lluvia… me confeccionaron con una bolsa de plástico un impermeable, quedó estupendo.

Después de la cena, hemos ido a la casa de la vecina, Encarni, donde hemos charlado de un montón de temas y las horas pasaron volando.

La bahía norte, con el puerto y la sierra de Beiones al fondo.
A la mañana siguiente, con lluvia, salí dirección puerto, eran las 7:20 y parecía que no mejoraría el tiempo. Todo mojado llegue a la terminal portuaria y para mi cabreo el catamarán salía a las 9:45. Deambulé por la terminal y a las 9:15 desayuné en el bar de la zona de pre embarque y acto seguido salí para enfilar la zona de embarque de vehículos donde me dieron la correspondiente tarjeta. En el control policial me registraron de pies a cabeza sin ningún problema, y proseguí hasta la cuerda que detenía a los vehículos a embarcar. Esperé un rato y luego embarqué con la moto sin ningún otro contratiempo. Afuera seguía lloviendo.

Acomodado frente a la gran cristalera de proa cruzamos el Estrecho cuyas aguas iban moviendo el barco en un vaivén demoledor, menos mal que ya estoy bastante acostumbrado al mar y no me mareé como los otros pasajeros, una mujer musulmana devolvió un pestilente contenido estomacal que me hizo alejarme bastante y un niño pequeño, de unos tres años y también musulmán, que estaba jugando en la cubierta casi se caía de cabeza por las escaleras a la planta baja del buque, se salvó porque lo agarré de inmediato antes de que cayera.

El Peñón de Gibraltar al fondo, tiene una imágen muy diferente según se ve
desde Algeciras o desde Ceuta.
Entretanto dejó de llover y entonces me dí cuenta de que el móvil me lo había dejado en casa de Encarni, enchufado en la cocina para que se cargara la batería.

Llegamos a Algeciras tras una hora de viaje que se me hizo larga, observando cómo el Peñón de Gibraltar subía y bajaba como en una película catastrófica de tsunamis.

Salí del puerto algecireño sin problemas y enfilé directamente la autovía que me llevaría a Fuengirola, donde llegué sin mojarme en absoluto, pues no llovió en los 105 kilómetros el recorrido, y en una hora pude abrazar a mi mujer que andaba preocupada por mi viaje en moto, ya que a mi edad es difícil que los ancianos lo hagan.

Durante la travesía había meditado si visitaba a mis viejos conocidos de Algeciras, pero como las nubes amenazaban jugarme una mala pasada, decidí dejar la visita para otra ocasión…

En fin, la vida sigue y yo también, confiando en repetir esta experiencia de viajar con la moto hasta que mis fuerzas fallen.




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