Han transcurrido 18 años desde
que recibí de manos de Juan Carlos I, rey de España, el Premio Nacional del
Deporte, junto a los otros cuatro presidentes que conformábamos el Comité
Paralímpico Español, y desde entonces solo he estrechado la regia mano tres
veces en tres años seguidos.
Se perfectamente, y lo doy por
hecho, que nuestro rey no me recuerda porque, entre otras cosas, han pasado
muchos años y el monarca ha estrechado millones de manos como para recordar a quienes
no suelen frecuentar asiduamente su entorno.
Hoy en día ambos dos, el rey Juan
Carlos y yo, andamos con la pierna izquierda un poco pocha pero en mi caso es
por culpa de un accidente de tráfico.
Lo de nuestro rey es más bien
achaques de la ancianidad, no hay por qué negarlo ni ofenderse.
No sé por qué los líderes
ancianos siguen aferrados al poder cuando no están, ni mucho menos, en
condiciones de seguir gobernando.
No es que chocheen, con la
excepción de Gadafi, sino que el cuerpo ya no aguanta más un tren de vida
reservado a gente más joven.
Ver a nuestro rey con los zapatos
de Frankestein no es la mejor estampa publicitaria que se pueda ofrecer, mucho
menos que aparezca en los medios de comunicación con muletas y cuando pretende
aparecer sin ellas… tropezón al canto.
Lo malo de todo ello es que
después de ser operado, tenga que serlo otra vez y así seguirá pasando como una
reedición de quién no quiero acordarme.
Mi opinión, personal e
intransferible, está basada en que en un Estado de Derecho todo el mundo tiene
el mismo derecho y el mismo deber que cumplir.
Juan Carlos ya ha cumplido, con
creces, su misión de ser el rey de España. Tal vez uno de los escasos reyes, a
lo largo de la historia del país, que ha tenido agallas suficientes para
aguantar una presión enloquecedora cuando tomó partido por la democracia. Esto
no lo puedo negar y le estoy eternamente agradecido. No en vano participé, como
observador, en su excelsa actuación desde el Gobierno Militar de Barcelona.
Por eso ya es hora de que pase el
cetro, imaginario porque nunca lo he visto en sus regias manos, a su heredero y
tome el partido de los jubilados viajando, no ya con el IMSERSO, en su yate
Fortuna. Si es que lo sigue teniendo.
Como será de suponer, la próxima
operación de su talón de Aquiles conllevará un largo proceso de rehabilitación
y la agravación de su tendinitis no es otra cosa que los derivados de la
ancianidad y ello haría aconsejable ceder.
Bueno, ya he escrito lo que tenía
que escribir.
Pasemos a otra cosa.
Estamos presenciando un cambio
casi radical en la esfera política del país, tirando con la máquina del tiempo
para atrás, con la aparición en escena de las imitadoras de Ángela Merkel.
Aguirre, de la Comunidad de
Madrid, y de Cospedal, de la Comunidad de Castilla-La Mancha quieren ser, en
competencia, la Merkel española con sus recortes sociales. Menos mal que Juan
Vivas sigue siendo Juan Vivas.
Mientras Bárcenas exhala
sonoramente su aliento al ver archivada su participación, el alcalde de Horcajo
de Santiago (Cuenca), Pedro J. Martínez, pretende revolver la Memoria Histórica
con la recuperación de una calle para José Antonio Primo de Rivera y en Málaga
la extrema derecha agrede a gente de izquierdas en intentos de regresión de la
democracia española.
Todo eso con la agravante de la
Diputación de Granada, cuyo presidente, Sebastián Pérez (PP), contradice a de
Cospedal y utiliza la corporación como su cortijo particular contratando
personal afín, con lo que demuestra la doble faz del partido conservador, y que
aplica lo contrario de las medidas que pregona.
En fin. La vida sigue, yo también
y el bolsillo continúa resentido.
Publicado en:
"El Pueblo de Ceuta"
"Diario Sur", de Málaga
"Qué", de Barcelona
"Opinión Digital", de Madrid
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