martes, 13 de diciembre de 2011

EL MES DE LAS MOVIDAS

Estamos en el mes de las movidas psicóticas. Movidas de capitales, movidas de honores, movidas judiciales, movidas de jamones, movidas de juguetes… y Hacienda sigue ahí.

Hacienda, con esas garras de águila imperial que solía figurar en cierto escudo que representaba a la patria de unos cuantos, suele cernirse en los cielos de la gente que sudan la gota gorda por sobrevivir en éste océano de especulaciones sin cuento.
O con cuento, mucho cuento.
Aquel eslogan que se inventaron los especuladores oficiales del Estado: “Hacienda somos todos” ha resultado ser una mentira estatal más. Hacienda no es del pueblo, es de los especuladores.
Si todos somos Hacienda… ¿por qué el Rey, nuestro Rey, no es Hacienda?
Es un ser humano como Vds. o como yo, si se tercia, que cobra sus dineros a costa de todos los contribuyentes y por eso, sólo por eso, debe hacer públicas sus cuentas. Debe existir una ley que obligue a declarar, como a todos, porque Hacienda somos todos ¿no?
Los 55.833 millones de euros “recuperados” por doña Hacienda dicen mucho.
¿Quién dice que la Justicia es ciega? Al menos en nuestro país y en la mayoría de países sudamericanos, esta señora de la venda en los ojos y la balanza sujeta de manera tan precaria suele ser extremadamente racista.
Suele clavar sus uñas, y después sus dientes, en la gente más desprotegida, la gente que cometen delitos para sobrevivir, no escribo de asesinatos ni cosas de esta naturaleza.
Gente que roba por necesidad. Por necesidad de que su familia se lleve algo a la boca.
Gente que no puede abonar la cuota mensual de una hipoteca porque no tienen de dónde sacar.
Gente que han caído en los brazos de sirenas cantarinas que les pasaba ante sus pobres narices abanicos de billetes para que los olieran y sintieran la facilidad de caer en la trampa.
Práctica habitual de las mafias puteras, pero prácticas legalizadas cuando convienen, eso sí.
Gente que de la noche a la mañana se encuentran con la nada, sin trabajo, sin comida, sin casa…
La Justicia es ciega cuando conviene. Se tapa los ojos ante asuntos de tanta envergadura que, solo por hacerlos, merecerían sus autores regresar a los tiempos de la edad media, transformados en compañeros de Juan Sin Tierra, con robines hoodienses pululando por doquier.
Que regresen a aquellos tiempos pero con el pueblo poseyendo la mentalidad de ahora. Veríamos cuanto tiempo durarían. Y no lo digo por Cayetano.
¿Qué quién es Cayetano?, ¡vamos!, un descendiente de quién posaba ante un pintor natural de Fuendetodos y que está perfectamente retratada en la serie televisiva «Águila Roja», aunque con otro título. Perfectamente reconocible.
El pobre pintor ya está bien muerto pero los especuladores siguen haciéndose ricos con sus obras. Por alguna razón el pobre pintor realizó esos escalofriantes dibujos.
La Justicia, por un lado, permite encerrar a los pobres despreciando la presunción de inocencia a todo gas, sin tener el quid del asunto entre las manos, y por otro lado permite el uso de esa tan manida presunción de inocencia en quienes ostentan cargos y suelen aparecer en la tele con esa increíble sonrisa de conejo, no siendo detenidos ni encerrados como los otros.
¡Qué va a ser ciega, hombre! SI hasta el ciego de Sant Boi sigue, no solo libre, viviendo del fraude que cometió hace años. Hasta se ha montado una residencia de lujo para la tercera edad. Se queda con las pensiones íntegras, y más, de los asilados.
Bueno, estimados e hipotéticos lectores y lectoras, el mejor empleo, actualmente, al que pueden aspirar quienes no tengan escrúpulos, es el de chorizo político.
Ganancias garantizadas de por vida y con Hacienda mirando las musarañas. No digo más.
En fin. La vida sigue, yo también… esperando cobrar algún día el trabajo que tanto desgasta mis pobres y exhaustas células grises y, por ende, me cuesta plasmar en los papeles.

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