Las Notas del Quim – Opinión
Por
Quim Sarria Lara
Buen
día, gente.
Amanece
un nuevo día, con el sol tamizado por una ligera neblina que el Levante se
encarga de extender y que, sin embargo, no significa que el calor mengüe.
Me
he levantado con una extraña sensación, como si estuviera hundiéndome en un
espacio desconocido que me produce algún malestar, como si tuviera grillos en
el estómago, con una pesadez algo rara.
Despertado
totalmente me doy cuenta de que mi perra ‘Santa’ está dormida encima del mismo
y eso me produce un alivio inmediato… pensé que era otra cosa.
Bueno,
centrémonos en lo que de verdad importa: la situación actual del país merced a
los atentados de Barcelona y Cambrils, lo de Alcanar es otra cosa.
En
mi opinión, las manifestaciones multitudinarias encabezadas por las autoridades
no significan absolutamente nada en cuanto se refiere a la lucha contra el terrorismo.
Estoy
de acuerdo en que nos manifestemos por el dolor de las víctimas, que mostremos
nuestro apoyo a los familiares y poco más.
Sobran
las declaraciones de las autoridades en la que destacan la unidad de todos, el
trabajar juntos para derrotar al yihadismo, etc.
Vamos
a ver, si nos atenemos a las mencionadas declaraciones y participamos en la
lucha contra el terrorismo… ¿Qué ganamos?
Si
cometemos algo contra un supuesto terrorista (denunciarlo, detenerlo de
cualquier forma, etc.) corremos el riesgo de que nos detengan a nosotros porque
somos simples civiles y nos dirán que para eso están las fuerzas de seguridad…
¿Entonces, qué pintamos en esa lucha?
También
corremos el riesgo de que los terroristas (a los que hemos denunciado) se
queden con nuestras caras y nos caiga una desgracia. No cobramos por ello.
La
falta de una auténtica planificación, por parte del Gobierno, y la extrema
blandura que el mismo demuestra en temas de inmigración: falta absoluta de
control de los migrantes, permisividad extrema, etc., unidos a las contradicciones
entre los diferentes dirigentes de las diferentes fuerzas de seguridad del
Estado, nos han llevado, llevan y llevarán a éstas situaciones dramáticas.
Porque
yo opine de que no estoy de acuerdo con ver pasear por nuestras calles mujeres
musulmanas totalmente cubiertas, o en nuestras playas bañarse vestidas... no me
van a clasificar como racista porque nunca lo soy ni seré, pero clamo por una
seguridad más potente, con más firmeza… tal como lo hacen contra nosotros,
ciudadanos del país, cuando nos manifestamos y protestamos por cualquier cosa
importante.
Nuestros
dirigentes tienen que tener, quieran que no, en conciencia las condiciones que
los países de régimen islámico o musulmán impone a los cristianos, sobre todo a
las mujeres, cuando van a visitarlos como Arabia, Afganistán, Irán, Yemen, etc.
y que los cristianos aceptan por sumisión… ¿por qué no podemos imponer nuestras
condiciones por motivos de seguridad simplemente? ¿Por qué permitimos que
circulen gente con el burka si dudamos de quien está debajo y que no sea una
mujer?
No
quiero significar que se controlen a todos los musulmanes porque sí, quiero
significar que se controle más a aquellos que ni trabajan ni estudian y se
pasan horas y horas por las calles, formando grupos sentados en plazas o
deambulando sin rumbo. Sé que muchos viven gracias a las ayudas oficiales que
reciben (más ayudas que los propios ciudadanos del país) y no comprendo
realmente el porqué de esas ayudas a quienes jamás han cotizado.
Para eso,
opino que es mejor mandarlos de vuelta a sus respectivos países donde seguirán
estando como “nini” y, al menos, los problemas serán de sus respectivos
gobiernos.
Soy
firmemente defensor de contratar inmigrantes en sus respectivos países y
permitirles la entrada, junto con su familia directa, y para ello nada tan
fácil como que las embajadas crearan oficinas de contratación. Es más seguro si,
además, comprueban antecedentes en origen. Si no están contratados, devolverlos
inmediatamente sin tanto protocolo.
En
fin, la vida sigue y yo también, lamentando que muchos se crean que eso de
admitir refugiados es una obra humana… puede ser, pero a costa de destruirnos
nosotros mismos.
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