Las Notas del Quim –
Opinión
Por Quim Sarria Lara
Buen
día, gente.
Un
día más en la vida de todos, haré un inciso para aclarar que al definir
adjetivos indefinidos que parecen estar indicados para el género masculino
quiero aclarar que, sin que me llamen machista, que se refiere a género neutro,
o sea que indico a todos los géneros: femenino, masculino, transexual, etc. ya
que redactar todos y todas, vosotros y vosotras, etc. resulta bastante cansino,
cierro el inciso.
Como
decía, la vida sigue igual, con algunos sobresaltos que ya parecen habituales.
Vaya
por delante que lo sucedido en Catalunya es obvio que no tiene justificación
moral ninguna, pero creo firmemente que ha llegado el momento de explicar estas
cosas… explicar no es justificar.
Me
hago eco de las palabras de Francesc de
Carreras Serra (1943), jurista y
catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, en
su artículo de opinión “No llores por Barcelona”.
Antes
que nada quiero rebatir la nula necesidad de realizar Pactos Antiterrorismo, aunque
también cuentan otros pactos, por parte del Gobierno y los partidos políticos.
¿Para
qué sirven estos Pactos? Si tenemos un Parlamento y un Senado donde se pueden
crear, debatir o derogar leyes que impliquen actuaciones contra el terrorismo,
en este caso, y que son votadas por los representantes del pueblo… Creo que
esos pactos son simples postureos de los políticos en el Gobierno, nada más.
Como
dice Francesc de Carreras Serra: «… desde
la tarde del maldito 17 de agosto pasado, se han multiplicado los llantos por
Barcelona, las más de las veces banales y cursis, aburridamente nostálgicos de
unas Ramblas perdidas en idealizados recuerdos personales. Pero quien ha
sufrido esta catástrofe no es una ciudad ni una calle, sino las víctimas
directas del cruel atropello, los muertos y heridos, sus familiares y amigos…».
Precisamente
lo que ignora, o quiere ignorar la mayoría de los ciudadanos, es que el número
de atentados yihadistas es infinitamente mucho mayor fuera de Europa… desde
Filipinas y Pakistán hasta el Magreb (Argelia, Libia, Túnez…) y los países del
centro de África siendo la concentración en Oriente Próximo y Medio.
Solamente
el mes de julio se produjo 154 atentados terroristas con 744 muertos, la
mayoría en países musulmanes, sólo uno en Europa.
Por
lo tanto, no se trata de una lucha entre la cristiandad y el Islam, no es una
guerra de religiones, más bien es una guerra de causas económicas, sociales y
políticas.
No
podemos culpar al Islam de eso, debemos hablar sobre el tema, más que
lloriquear por Barcelona, y sopesar las auténticas causas que han conducido a esta
situación.
Como
ya he escrito varias veces a lo largo del momento desde que sucedieron los hechos
de Nueva York (las torres gemelas), ya deberíamos saber que todo esto tiene un
inicio económico y social influido por la política occidental: ayudas a las
guerrillas por parte de países occidentales en las luchas contra los soviéticos
(Afganistán), de la que salió Al Qaeda de Usāma
bin Muhammad bin Awad bin Lādin (1957-2011), conocido por Bin Laden; la invasión de Irak con el
ahorcamiento de Sadam Hussein Abd
al-Mayid (1937-2006); los bombardeos semanales de los USA sobre estos
países con William «Bill» Jefferson
Clinton (1946), con miles de muertes inocentes; la guerra de George Walter Bush (1946), Anthony Charles Lynton Blair (1953) y José María Aznar López (1953) en 2003;
las ayudas al dictador sirio Bashar
Háfez al-Ásad (1965)…
Sobre
todo, debemos conocer más profundamente y debatir sinceramente todo lo
relacionado con el petróleo, la venta de armas y las relaciones con Arabia
Saudí, país que financia a los terroristas.
Como
espero comprendáis, las actuaciones de los políticos, con la excepción de algunos,
son terriblemente insensibles y miserablemente hipócritas, como lo vienen
demostrando a lo largo de la existencia tratando, por todos los medios, de
hacer callar a aquellos políticos que sueltan verdades como puños.
En
fin, la vida sigue y yo también, ratificando que seguiré escribiendo mis opiniones
al amparo de la libertad de expresión.
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