miércoles, 17 de octubre de 2012

LA ESTELA DE LOS DEMONIOS



Estamos siguiendo una absurda estela.

Una estela que difunde un azul más oscuro que el fondo natural del universo, sin profundizar tanto como ese señor que bate la barrera del sonido arrojándose desde un globo estratosférico.

La estela que la Unión Europea deja constantemente a su paso por nuestro país, depositando señores de ‘negro’ para vigilar que nuestra economía no se salga de la jaula dorada, creada artificialmente por las brujas norteamericanas de la calificación económica, en claras demostraciones de que no se desmadre ‘su’ dinero.

Esa estela con un tufo, a nueva mafia legal, que para algunos resulta muy agradable y que no resulta buena, en pura lógica, para la mayoría de los ciudadanos de clase media.

Muchos de estos ciudadanos han tenido que descender de categoría, como cualquier club de fútbol cosido por las deudas, sin tener arte ni parte en el desbarajuste económico del país, por culpa de unas sirenas cuyas escamas son billetes de quinientos euros y que mueven la cola en espejismos insolidarios.

Realmente, no me gusta escribir de clases sociales porque contraen una maldita tendencia a la discriminación, dura y pura.

Las grandes contradicciones de los miembros del Gobierno estatal producen un efecto narcotizante, como si nos hubiéramos fumado sendos porros bien cargados, que nos hacen bailar los ojos de artículo en artículo; de noticias en noticias…, hasta hacernos dudar de nosotros mismos en unos intentos psicológicos en que pensamos haber perdido la razón.

Con esas maneras que tienen los políticos, los que nos gobiernan este cuatrienio, de expresar en declaraciones públicas palabras disfrazadas, que son tan falsas como el beso judaico, creyendo ellos mismos que son verdades… saltan constantemente en pequeñas explosiones de clarinetes desafinados cuando son contrastadas con otras declaraciones de los mismos políticos, los que nos gobiernan este cuatrienio, en los medios de información extranjeros.

Esos clarinetes dan sonido de fondo a los sainetes que, sin querer o queriendo, montan por esos escenarios donde se cuece la alta política marrullera.

No ignoro cómo se lo montan, cocinan y comen ellos mismos. Por algo ha servido vivir una infancia y una juventud marcada por el comportamiento no plural de cierta clase, la que me tocó vivir, preocupada más por su propio ombligo que por mantener unas esperanzas inservibles de futuro.

Estamos en un país que no es nórdico. Un país de sangre tan caliente y tan dividida que no consigue olvidar, en parte, su pasado más cruento: los árabes.

Una parte de la ciudadanía que ve a la mujer como un saco portador de ‘los valores eternos’ pero que no pueden hacer uso de ellos.

Una parte de la ciudadanía que, como aquellos señores feudales del mundo musulmán, no quiere que los restantes ciudadanos incrementen sus índices de inteligencia, supuestamente para que no se les suban a las barbas.

Una parte de los habitantes de este país que consideran al resto de habitantes de este país simples campesinos obedientes y a sus mujeres prolíficas fábricas parideras de más campesinos obedientes.

Una parte de los votantes de este país, autodenominados demócratas pero que están muy lejos de serlo, a los que les importan un pimiento que no puedan comerlo, precisamente este pimiento, el resto de votantes y no votantes de este país.

Así seguimos la estela del demonio, más empedernidamente aún, cuando todo sube con el maldito IVA y la picaresca de algunos sinvergüenzas, sin alma ni conciencia de que los demás se vean abocados al contenedor de basuras.

En fin, la vida sigue, yo también de momento.

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