Las Notas del Quim - OPINIÓN
BUEN DÍA, GENTE.
BUEN DÍA, GENTE.
Hemos entrado en el año 2018 en unos momentos en que el tiempo climático
está dominado por fuertes vientos del Oeste que ni siquiera m permiten salir a
la terraza para fumar un pitillo. Para hacerlo he tenido que bajar al portal de
casa y resguardarme en el vestíbulo.
Este viento ha arrancado de cuajo algunas plantas de sus macetas, que
estan en el balcón, y esparcido la tierra por el suelo, ha barrido las calles
de papeles y demás desperdicios que alguna incivilizada parte de la ciudadanía
tira a conciencia, algunos inconscientemente, existiendo papeleras para ello.
Mi coche, aparcado en la acera correspondiente al edificio de mi casa,
se bambolea por la fuerza del viento, pero bien asegurado con su freno de mano.
Las pocas ropas tendidas a secar imitan a banderas fuertemente zarandeadas lo
que aconseja que debemos retirarlas, aunque estén húmedas so pena de que salgan
volando.
Echo de menos mi casa de la Costa de Sol, ubicada en una zona de
climatología mucho más apacible y en la que espero estar como mucho más tarde
el viernes.
Hoy, primer lunes del año y festivo por excelencia, lo hemos decidido
pasar en la casa descansando de la movida de celebraciones de la Nochevieja,
una celebración hosca, pobre y demasiado triste para recordarla.
La convocatoria que ha hecho un amigo nuestro para celebrar una cena de
Nochevieja en un restaurante de la Ciudad Condal no podía haber sido mas
nefasta. En primer lugar, celebrar la despedida de 2017 en un restaurante
perteneciente a una cadena de franquicias, que lleva el nombre de “Mussol Casp Restaurant”,
no es lo más conveniente para este tipo de actividades o convenciones, porque
todo está esquematizado de manera automática y no hay ninguna forma activa de
convertir una comida en un acontecimiento.
Por otro lado, la actitud de algunos empleados deja mucho que desear y
el servicio no es más que un servicio provisional realizado por no
profesionales del sector de la restauración.
La cena fue realmente mala, la peor que he comido en mi larga vida de
celebraciones… para empezar sirvieron unas especies de tapas que resultaron a
todas luces incomibles: primero pusieron sendos pinchos con una patatita asada
con un trozo de brazo de pulpo más duro que el pedernal y que, lógicamente,
tuve que rechazar de inmediato; siguió con unos buñuelos de bacalao, dos por
cabeza, más insípidos que he conocido gastronómicamente; después un par de
canalones minúsculos que no me atrevo a probar porque además contenía pollastre
y de sobras es conocido que soy completamente alérgico a las aves, ya sean de
corral o volátiles.
Como primer plato pusieron unos trozos de un pescado en salsa y las
mismas patatas que el pincho, el pescado resulto ser panga insípido por lo que
tuve que echar mano al salero de forma generosa, las patatas, más frías que el
tiempo que hacía fuera, resultaron más insípidas todavía y con una textura
desagradable en la boca.
Como segundo plato sirvieron unos trocitos pequeños de pato renegrido,
con las mismas patatas, que obviamente no pude ni ver. Menos mal que el
supuesto “maître” se dio cuenta y me lo cambió por un trozo de carne con
apariencia de entrecot, pero tan crudo que al pincharlo con el cuchillo soltaba
tal cantidad de sangre que inundaba el plato.
De postre sirvieron un platito lleno de pastelillos que parecían sushi
en dulce y que no apetecían llevarlos a la boca por su aspecto de abandono y la
sospecha de que eran sobras de otros servicios.
De las bebidas, solo destacaré el Rioja que me bebí previamente en la
espera, un Rioja bueno que me sirvieron en la copa sin ver la botella y que me
exigieron pagar al momento de una manera bastante molesta, la camarera era
china. La que sirvieron en la mesa, durante la mal llamada cena de Nochevieja,
era un vino más propio de menús obreros que suelen llamar vino de la casa y que
no es más que un compendio de muchas clases de vinos sobrantes de botellas
medio vacías.
En resumen, que pasamos la barrera de 2017 al 2018 de una manera nefasta
con una cena de categoría miserable… no voy a echar la culpa a mi amigo José Antonio González, organizador del
evento, porque desconocía el servicio que harían en ese tipo de restaurantes
porque una cosa es la publicidad que hacen del mismo y otra, muy distinta, el
verdadero servicio que ofrecen.
Al salir de la franquicia y como no había más acuerdos de pasar la
madrugada del nuevo año, decidimos regresar a casa y ahí sí que me llevé una
sorpresa.
El mencionado restaurante está ubicado en la calle Caspe, muy cerca del
Paseo de Gracia barcelonés, donde encontramos la parada del autobús N2 que nos
llevaría al Grupo de la Paz, donde dejamos aparcado el coche, y con la plaza de
Catalunya un poco más abajo. Realmente me sorprendí bastante encontrarla
sombría y casi vacía cuando en otros años anteriores solía ser el epicentro de
las celebraciones del Año Nuevo…
El fuerte viento sigue soplando y el frío reinando, la gente se refugia
bajo la marquesina de la parada del autobús en busca de calor… por una pequeña
distracción dejamos pasar el primer autobús, cuando es sabido que parar al
mismo había que haberle hecho la señal de parada, si no la haces pasa de largo,
aunque en la cola se encuentre una gran fila de gente.
En cuestión de media hora, llegamos a la casa de mi ex, donde he dejado
a mi hijo pequeño, y en cuestión de otra media hora llegamos a la casa de
Mataró, donde inmediatamente nos metimos en la cama, son las cuatro y media de
la madrugada del primer día de 2018, un año que espero sea diferente en varios
aspectos aunque en economía siga igual que su predecesor, con un banal aumento
de mi pensión: un 0,25% cuando el IPC está en el 2,1%... mal comienzo del año,
coincidiendo con el mal final del anterior.
En fin, la vida sigue y o también, esperando mejorar en muchos aspectos
mi relación con la vida misma.
Mataró, lunes 1 de enero de 2018
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