lunes, 14 de noviembre de 2011

MAL ASUNTO

Ayer, por el sábado, acudo a la misa y a la cena de gala que organiza la Casa de Ceuta en Barcelona con motivo de su 45 aniversario.

Ambiente distendido, saludos de los amigos entre amigos, encuentros desde la lejanía en la lejanía del tiempo. Amigos de la niñez que no se encontraban en cuarenta años,…
Saludo a Guillermo Martínez, que viene en representación de la Ciudad, y hablo un poco con él de cómo van las cosas. No podemos seguir hablando como a mí me interesaría porque está siendo muy solicitado por los demás asistentes.
Por la mañana, después de la misa que dan por llamarla rociera, encuentro a mi buen amigo Silverio de la Yesa Chico (la verdad es un poco chocante su segundo apellido porque de ‘chico’ no tiene nada este gigante). Ha venido en coche y por lo que veo ha llegado al lugar después de andar perdido por las calles barcelonesas. Buen palo se ha pegado en el viaje. Dios no lo ha podido coger confesado, llegó tarde a la cita. Sigue siendo tan cachondo como buen caballa que es.
La misa rociera es una repetición exacta de la que se celebra todos los años. El buen amigo de Ceuta, el párroco Salvador Torres, se supera así mismo en la organización y desarrollo del oficio sin saltarse en ningún momento el guión. Sigue colaborando con el párroco mi buen amigo Antonio Lasheras con su habitual profesionalidad presentando actos.
Me encuentro con Julio Carmona, el secretario de la Casa, cuya fisonomía es casi un perfecto calco de Mariano Rajoy, más aún que se ha dejado la barba. Comentamos los lances de nuestro intercambio de misivas electrónicas. Ambos, Julio y yo, damos por sentado que siempre habrá una buena amistad. Tendencias políticas aparte.
Por  la tarde-noche acudo con bastante antelación al Hotel Novotel, ubicado en la zona más moderna de Barcelona y que ha sufrido un cambio tan radical que el ‘skiline’ barcelonés parece superar al de Nueva York.
He llegado más pronto porque estaba dispuesto a coger el mejor sitio desde el que enfocar el acto principal de la cena: la entrega de galardones y caballas de oro, para dar cuenta de su desarrollo.
Por la distribución planificada me corresponde la mesa número 13. No es que sea supersticioso en creer o no este número como portador del virus de la mala suerte… efectivamente lo es.
Así se lo hago saber a Julio Carmona, que ese número no me gusta. No hay otro remedio que apechugar con ello.
En el aperitivo previo a la cena me encuentro con viejos y nuevos conocidos.
Entro ellos están Ramón de la Cruz, de la Casa de Ceuta en Melilla; Pedro Contreras Segura, de la Casa  de Ceuta en Alhaurín de la Torre; Martín Clavero Jové, de la Casa de Ceuta en Madrid.
Más tarde “tropiezo” con mi buen amigo Juan Carlos Jiménez Gamero, presidente de la Casa de Ceuta en Sevilla, nos abrazamos con efusión y con el que intercambio algunas palabras, breves por culpa de tener copado el tiempo con el acto en sí.
Con Silverio de la Yesa, presidente de la casa de Ceuta en Cádiz, me cruzo varias veces durante todo el acto. No paramos de hacer del cachondeo nuestra medida. Me supera en estatura.
Sigo saludando a viejos conocidos, no por viejos, entre los que destaco a Paco Narváez ya despojado de cualquier cargo político y poco después saludo a la vicepresidenta del Gobierno catalán, Joana Ortega i Alemany, que se preocupa porque las fotos que le haga salgan perfectas.
Antes, mi ya mejor amigo en Barcelona, el presidente de la Casa, Rafael Corral, me ha presentado a la jefa del Gabinete de Prensa de la Vicepresidenta, la maravillosamente guapa Agnés Russiñol, con la que hablo un rato y quedamos en que le envíe las fotos que haga del acto.
Mal asunto. El de enviar las fotos al Gabinete. Solo podré enviar las que hice en el aperitivo. Explico el porqué.
Como escribí más arriba, había llegado con una hora de antelación al comienzo del acto con el objetivo de coger un buen sitio en el que situar la cámara de vídeo, tomar instantáneas del acto y seguirlo con rigor.
Para ello dejé la bolsa con los aparatos en una de las sillas que rodean la mesa número 13 a fin de advertir a mis compañeros de mesa que ese sitio estaba reservado.
Sin embargo, al volver al salón comedor, me encuentro la mencionada bolsa en el peor sitio de la mesa, totalmente de espaldas al ‘escenario’.
Les digo a mis compañeros de mesa que la bolsa estaba en esa silla y les expliqué los motivos… no comprendo la posición tan cerril de un matrimonio al que, hasta ese momento, había considerado amigo. Se empeñaron, sobre todo la mujer, en no cambiar de sitio.
Normalmente soy un hombre de paciencia limitada. Hago saber lo que quiero que sepan en tres ‘campanadas’, si a la tercera no consigo convencer… punto final y me voy del lugar para no proseguir una discusión que no me beneficia en nada (ni por el trabajo, que no cobro, ni por discutir con cerebros cuadrados).
Efectivamente me largué antes de que colocaran el primer plato. Lo siento por Rafa Corral, que siempre confía en mí, y por los compañeros de mesa, mis buenos amigos José Berrocal y Pepe Vera con sus respetivas esposas, que no tuvieron arte ni parte en la incidencia.
Esta situación ya se ha producido tres veces, aunque con distintas personas, a lo largo de las actividades desarrolladas por la Casa de Ceuta en Barcelona. Como soy así, ya no habrá cuarta vez.
La disposición egoísta y la cerril postura de algunas personas me producen tal revoltijo de bilis que, por no llevar más lejos este tipo de situación, prefiero zanjar por lo sano. Así evito la prolongación de males mayores. Sobre todo que no se me suba la tensión, ya de por sí bastante alta.
En fin, fue un mal asunto para el comienzo del final de mi ya larga colaboración con Rafa Corral. Existe gente que ni siquiera merece la pena les dedique ni una sola línea.

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